Éste soy yo...

¡Uff!
Qué difícil es enfrentarse al espejo y tratar de descubrir quién es verdaderamente el dueño de ese reflejo que a veces gusta y hasta modela varias sonrisas y se pone la que más le acomoda para expresar su esencia y salir a enfrentar al mundo, pero que otras tantas veces no llena el espacio y no gusta al dueño del reflejo que se esmera sin mucho éxito por encontrar la sonrisa o la mirada que conquiste a ese mundo que está impaciente esperando devorarlo todo. Sin embargo, el meterse a ese espejo y buscar en los rincones más oscuros y más profundos, y luego salir de ellos con recuerdos y caminar por los más luminosos, ayuda a encontrar la respuesta que muchas veces no logramos responder con facilidad: "¿Quién soy yo?".

Despreocúpate, definitivamente hoy no profundizaré en la psicología de mi persona porque tal vez te aburra y no es mi intención, al contrario, más bien si voy a contarte mi vida y abrirte mi familia a través de este blog en el que tú poco a pocos iras descubriendo aspectos más profundos o importantes de mi vida, lo que quiero hacer para empezar, es ponerte en un contexto en el que si no me conoces, te permita darte una idea del reflejo que cada mañana veo en el espejo, y si ya me conocías, pues probablemente enterarte de datos que no sabías, como que en la secundaria me buleaban y que la peor broma que me hicieron fue bajarme los pantalones en medio del salón, que me sé todos los éxitos de Garibaldi gracias a unos primos que escuchaban sus canciones, (incluidos la de "La ventanita del amor ", "Los hijos de Buda" y "la bolita que sube y que baja"), que mi primer novia (mujer) era casi 4 años mayor que yo, o que mi mamá me salvó la vida por primera vez a los 8 años cuando me estaba ahogando con una corcholata de refresco.

Aquí voy pues... Nací en la Ciudad de México en 1982, sí, ya lo sé, aún entro en la generación de los "millenial"; mis padres se conocieron algunos años antes en una fiesta de la escuela de mi mamá en la que mi papá acompañó a sus amigos músicos que tocarían en dicho 'jolgorio' universitario y mi mamá estuvo a punto de no asistir, pero tras la insistencia de mi abuelo de que saliera un rato a divertirse con sus amigas, la guapa jovencita de ojazos verdes fue medio a la fuerza y ahí comenzó la historia de amor entre la joven de mirada de esmeraldas y el aventurero caballero de risos alborotados estudiante de C.U.. Luego de 4 años de novios, se casaron en el 80 en la Parroquia de San Juan Bautista en Coyoacán, y no hubo banquete ni baile en salón pues desafortunadamente pocos días antes acababa de fallecer mi abuelo paterno al que no conocí, y en señal de respeto decidieron cancelar la fiesta y hacer sólo una recepción en casa de mi mamá.
Recuerdo que de niño me quedaba por horas mirando el retrato de bodas de mis padres siempre colgado en algún rincón acogedor de la casa; se veían tan felices, tan jóvenes, tan frescos, tan llenos de magia y de amor que me parecía una pintura hecha a mano para recordarme cada día que así es el amor de pareja y que esa debía ser mi inspiración para encontrar mi camino en la vida.

Desde antes de que yo naciera mis padres ya vivían en la Ciudad de Querétaro, ahí llegaron para buscar una nueva vida juntos y formar una familia lejos del bullicio de la gran capital, y lejos, creo, de sus propias familias, para empezar un camino completamente nuevo sin el ojo crítico de sus propios padres, que no entendían la 'locura' de 'cambiar de aires' lejos de todos y de todo. Hoy celebro tan valiente decisión, fue una aventura que nos permitió a mis hermanos y a mí jugar en la calle y respirar un aire más limpio. A veces creo que la aventura duró poco, allá viví hasta mis 17 años.

Como ya lo dije en la entrada anterior, soy el mayor de 4 hermanos, cosa difícil cuando de manera involuntaria te conviertes en el conejillo de indias de un matrimonio con todas las ganas de hacer las cosas bien, pero naturalmente sin la experiencia vivida de la paternidad, así que te toca ser para bien o para mal la prueba y error que marcará la pauta y un camino de la educación de los hijos, y encima llevar el nombre de tu padre y tu abuelo, otra carga energética y emocional con la que te tocará trabajar para llevar con orgullo el nombre, y pensar que quizás, también se espera que cuando sea el momento lo heredes a tu primer hijo varón. Sin embargo me gusta mi nombre:

“El hombre guardián, el protector”. "La defensa de lo propio es su virtud más preciada. Nunca abandona a los suyos pese a las dificultades que le pongan en la vida. La personalidad de Sergio tiene dos caras: Por fuera es un hombre fuerte, que aguanta con todo, gracioso, sonriente y amigable. Por dentro muestra cierta indecisión y miedo".


¡Pum!... ¿me conocen o me hablan al tanteo?. Así las cosas con estas 6 letras que me nombran, y lo más curioso es que me veo al espejo y no encuentro otro nombre que vaya mejor con esta cara, y con el paso de los años he aprendido que suena muy diferente al de cualquier otro 'Sergio' en el planeta.


De niño nunca me gustó el fútbol, prefería patinar, recortar cajas y construir casas, coches y hasta naves espaciales para mis "Playmobil", o simular un escenario en el escalón que dividía el recibidor de mi casa del comedor y cantar mientras me miraba en el espejo de abanico colgado en la pared de enfrente y colgarme cualquier cantidad de "visiones" (como les decía mi mamá) en el cuerpo a manera de vestuario para simular que era una gran estrella de la música.

En la escuela nunca me gustaron las matemáticas, no me entraron ni con calzador, recuerdo que durante la primaria y aún en secundaria fui a muchos varios cursos de regularización para entenderle a los números, pero aunque tuvieron un resultado a corto plazo como el pasar un examen o salvar una materia, la verdad es que hoy en día las matemáticas y yo seguimos siendo tan indiferentes el uno con el otro, como aquellos años de estudiante en donde incluso había un odio y una guerra declarada. Yo preferiría la clase artes plásticas, la de teatro, la de biología o la de francés.

En la primaria fui a cuatro escuelas diferentes, y en la secundaria conocí lo que hoy en día se llama "bullying", aunque no fui nunca atormentado por nadie, sí me tocaron momentos de tensión y de pagar el costo por no ser uno de los 'populares' de la generación, tuve compañeros a los que les fue mucho peor, sin embargo no la pasé tan mal, pero definitivamente es una etapa a la que si me dieran a elegir nunca regresaría, con la prepa vino el cambio de ciudad, mi primer año de prepa lo hice todavía en Querétaro, pero disfruté tanto el cambio de escuela y de amigos que pequé de relajado a tal grado de descuidar las calificaciones y una vez más las matemáticas hicieron su aparición desastrosa en las boletas, además de que en aquella época de querer encajar y caerle bien a todos, decidí de manera irresponsable llenar un "chismógrafo" que llegó a mis manos (un cuaderno con preguntas indiscretas y con otras que invitaban a expresarte de los profesores de forma vociferante) evidentemente me "descocí" en él y escribí cosas que ni siquiera sentía, pero llegó a manos de los directivos del colegio y aprendí mi lección con una suspensión que terminó por perjudicarme de manera definitiva en mis calificaciones.

El siguiente ciclo escolar me despedí de la escuela y de aquella ciudad en la que ya había echado raíces para empezar una nueva aventura en una de las ciudades más grandes, pobladas y caóticas del mundo, la Cuidad de México, una ciudad que no me gustaba, que me parecía un monstruo viviente, en la que cuando venía de visita me sentía tan pequeñito y tan poca cosa que sólo esperaba el momento de salir de ella y volver a ver cielos azules y nubes blancas.
Sin embargo... ¡ufff! ¡Qué ciudad! Me acoplé tan rápido a ella que cuando menos lo imaginé no había ningún otro lugar en el mundo en el que quisiera estar; tanta gente, tantas calles, tanto ruido, tantas cosas por hacer y lugares por conocer, que en verdad representaron una nueva aventura para un adolescente que encima, estaba descubriendo su cuerpo y su sexualidad.

Aquí la vida era un poco más rápida, pero más relajada a la vez, había en la calle toda clase de personas y un abanico interminable de personalidades y entre tanta gente empecé a sentime atractivo para muchas y para muchos.


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